Pedro Juan Caballero - 05 de July de 2025 |
Jorge Daniel Codas Thompson
Analista de política internacional
El ayatolá Alí Jamenei, líder supremo iraní, ha sorteado en las últimas cuatro décadas todo tipo de obstáculos, incluyendo la guerra lanzada por Irak, sucesivas crisis económicas, y la oposición interna al régimen. Sin embargo, los bombardeos de Israel y Estados Unidos para destruir las capacidades nucleares de Irán, así como el asesinato de sus principales líderes militares y científicos nucleares han provocado una crisis sin precedentes para el régimen teocrático iraní. Sin sucesor desde la muerte en un accidente del anterior presidente del país, Ebrahim Raisi, las opciones de Jamenei son escasas y con pocos beneficios percibidos. Su frágil salud y edad avanzada hacen aún más compleja su situación.
Dos de los pilares de la proyección de poder iraní en la región han quedado muy dañados. En primer lugar, su programa de enriquecimiento de uranio, gravemente afectado por los bombardeos israelíes y estadounidenses. Las principales entidades subsidiarias de Irán, Hamás y Hezbolá habían quedado muy dañadas por sus respectivas guerras con Israel, y no alcanzaron a disparar un solo misil en casi dos semanas de guerra entre Israel e Irán. Dados los asesinatos selectivos de los líderes militares y científicos nucleares iraníes por parte de las fuerzas israelíes, el líder supremo del país decidió no asistir a los funerales públicos y optó por dirigirse a su pueblo desde un lugar no revelado. Su discurso, emitido después de la entrada en vigencia del cese el fuego entre Israel e Irán, tuvo un perfil desafiante y en el mismo declaró la victoria sobre sus enemigos israelíes y norteamericanos, un hecho refutado públicamente por Trump. Independientemente del grado de afectación a las instalaciones nucleares de Irán, es innegable el efecto desmoralizador de los bombardeos y el asesinato de varios de los más estrechos colaboradores del líder iraní.
Jamenei, quien en sus primeros años como gobernante era visto como un líder hábil y eficiente, se enfrenta actualmente a un régimen desgastado, inflexible e ineficiente. En última instancia, deberá tomar una decisión clave entre dos posibilidades: Recuperar las capacidades perdidas en los ataques israelíes y norteamericanos, manteniendo el mismo régimen rígido que preside hoy o dirigir una liberalización del sistema político y económico para atenuar la creciente oposición popular a la teocracia que lidera.
A pesar de los grandes desafíos que enfrenta Jamenei, su capacidad de adaptación no debe ser subestimada.
Ya como presidente del país (el equivalente a un primer ministro), el ayatolá tuvo que lidiar con la guerra lanzada contra su país por Irak entre 1980 y 1988.
A la muerte del ayatolá Jomeini, primer líder supremo de la República islámica, Jamenei tuvo que lidiar con la reconstrucción de un país devastado económicamente. Grupos iraníes opositores en el exilio fundaron medios de comunicación con transmisiones contra el régimen y algunos grupos disidentes contribuyeron a la filtración de los secretos del programa nuclear iraní.
Asimismo, Jamenei debió lidiar con una fuerte oposición interna dentro de los grupos de clérigos de Irán y, eventualmente, enfrentar las graves consecuencias económicas por las sanciones internacionales producto de su programa nuclear. En este sentido, Jamenei ordenó una dura represión interna ante cualquier manifestación pública de disenso, tanto durante las protestas en 2009 por un supuesto fraude electoral como por la muerte de una joven a manos de la llamada “policía de la moralidad”. Hasta el día de hoy, Jamenei ha logrado mantener el poder y la legitimidad de su régimen en círculos clericales, militares y de políticos vinculados a los grandes intereses empresariales del país. Internamente, Jamenei sigue siendo el líder más poderoso de Irán, respaldado por una base de apoyo leal e instituciones construidas para salvaguardar su autoridad.
Sin embargo, la destrucción de buena parte de su programa nuclear y la paralización de sus entidades subsidiarias, Hamás y Hezbolá, han provocado una evidente pérdida de capacidad de disuasión de sus enemigos y de proyección de poder a nivel regional. Esto implica una concentración de Jamenei en la supervivencia de su régimen, más que en la conducción rutinaria de los asuntos de Estado. En particular, la evidente infiltración de los servicios de inteligencia israelíes en los altos círculos del liderazgo iraní posiblemente desaten una ola represiva y una purga entre las filas de los colaboradores del régimen, lo cual podría debilitarlo aún más. Asimismo, la persistente crisis económica reclama reformas urgentes, pero el líder iraní no ha dado muestras de voluntad de flexibilización de la economía.
El Gobierno de Irán ha sostenido siempre que su programa nuclear solamente tiene fines pacíficos. Dado que, en el año 2003, Jamenei había decretado de manera oficial la renuncia a un programa nuclear de uso militar, una de las opciones a las que podría recurrir sería precisamente perseguir el desarrollo de armas atómicas como disuasor efectivo contra ataques de sus enemigos. En este sentido, el Parlamento del país aprobó una moción promoviendo la suspensión de los contactos con la Agencia Internacional de Energía Atómica, la organización de Naciones Unidas encargada de la verificación de programas nucleares. Sin embargo, esta decisión podría provocar nuevos ataques por parte de Israel y Estados Unidos, posiblemente debilitando aún más la legitimidad del régimen, que se mostró impotente para enfrentar los ataques israelíes y estadounidenses. Consultado sobre si, en caso de volver Irán al proceso de enriquecimiento de uranio a niveles suficientes para el uso militar, volvería a usar la fuerza contra Teherán, Trump manifestó que no lo dudaría, aunque agregó que está convencido de que Irán entiende las consecuencias de volver a dicho proceso.
Los países árabes han visto siempre con preocupación la política exterior regional agresiva de Irán, pero han hecho, en los últimos años, un notable esfuerzo por superar las diferencias con el régimen iraní, expresando su intención de estabilizar la región y desarrollar una relación pacífica con Teherán. En particular, países como Catar y Arabia Saudita han establecido relaciones diplomáticas con Irán y han buscado acomodar sus intereses para una cooperación con el régimen de Jamenei. Sin embargo, la participación de varios de estos países en la defensa de Israel contra los ataques con misiles por parte de Irán han generado indignación en Teherán, que ve a las naciones árabes como aliadas de sus enemigo existencial. Asimismo, respecto a los Estados Unidos, Irán ha mostrado su frustración desde que, durante su primer gobierno, Donald Trump se haya retirado unilateralmente del Plan Integral de Acción Conjunta, que limitaba el uso de material nuclear por parte de Irán al uso civil. El hecho de que Israel lanzara sus bombardeos a Irán días antes de una reunión con Estados Unidos para explorar un nuevo acuerdo también complica la posibilidad de que Irán vuelva a aceptar un acuerdo limitando el uso de su capacidad nuclear a actividades civiles.
A la búsqueda de volver a atraer a Irán a la mesa de negociaciones, el Gobierno de Estados Unidos le ha planteado un financiamiento de hasta 30.000 millones de dólares para el desarrollo de energía nuclear de uso civil, así como el levantamiento de las sanciones que han afectado de manera tan significativa a la economía iraní. El gobierno de Irán no ha confirmado aún su aceptación para nuevas negociaciones. En todo caso, los mensajes mixtos que envía Trump, quien ha manifestado que no descarta el asesinato de Jamenei si Irán vuelve a enriquecer uranio a niveles cercanos al del uso militar, no ayudan para una eventual aceptación de conversaciones por parte de Teherán.
Finalmente, quedará en manos del veterano líder de Irán escoger el camino a seguir, entendiendo que su régimen se juega su propia supervivencia si vuelve a ser objeto de ataques por parte de Israel y Estados Unidos, habiéndose mostrado impotente para responder.
Si bien Jamenei no ha dado signos de querer superar su enfoque conservador de manejo del país, la apertura de Irán hacia la región, las negociaciones por un programa nuclear de uso civil, con el consiguiente levantamiento de las sanciones y alivio económico, y la liberalización de la economía siguen estando en sus manos.
El destino de su régimen, en sus horas más oscuras, depende de las decisiones que el líder supremo tome en los próximos meses.
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