Pedro Juan Caballero - 07 de July de 2025 |
La innovación hoy compite con la ciencia ficción. No tiene limitaciones, ni siquiera las del cuerpo humano. Desde Sudáfrica, y en el marco de la segunda edición del FutureX powered by Singularity - impulsado por itti, en alianza con Singularity University de Silicon Valley y realizado en el Centro de Convenciones Conmebol-, el científico y emprendedor tecnológico Adam Pantanowitz llegó a Paraguay para demostrar que lo que alguna vez pareció imposible, como controlar un brazo robótico con la mente o transmitir pensamientos en vivo por internet, hoy ya es realidad.
Tras su disertación ante más de 1.000 líderes, emprendedores y científicos, Adam, quien es figura clave de la Singularity University y uno de los referentes mundiales en interfaces cerebro-computadora y biotecnología aplicada, conversó en exclusiva con FOCO sobre sus proyectos más disruptivos y su visión para el futuro.
Uno de sus inventos más resonantes, y con el que conquistó a los participantes durante el evento, es el Brainternet. Se trata de una tecnología que permite transmitir en tiempo real la actividad cerebral a la red. “Queríamos probar que una interfaz bidireccional entre el cerebro y el internet es posible. Y no solo es posible, sino que redefine cómo interactuamos con el mundo, especialmente en medicina”, explicó.
La idea, según él, no es solo diagnóstica, sino transformadora, pues gracias a este descubrimiento es posible darle autonomía a personas con discapacidades para que puedan interactuar con su entorno usando solo sus pensamientos, por lo que para la medicina es un gran avance y resulta una aliada indiscutible.
FutureX powered by Singularity expuso casos en los cuales la tecnología se pone al servicio de la ciencia y del bienestar humano. Foto: Gentileza.
Tecnología con propósito. Hoy día se cree que para concretar estas creaciones se necesita de mucha inversión. Sin embargo, esto no es así. Una muestra de ello son los primeros prototipos de Adam que se construyeron con apenas USD 30.
El especialista contó que lideró el desarrollo de soluciones como sillas de ruedas controladas por la mirada y prótesis robóticas guiadas por impulsos neuronales. ¿El motor detrás? La innovación con propósito.
Según el científico-emprendedor, la clave para convertir ideas radicales en realidad está en imponer restricciones inteligentes, como tiempo o presupuesto, que acortan el campo de posibilidades y orientan el proceso creativo. Esa “constancia” convierte lo abstracto en pasos concretos, minimiza la incertidumbre y orienta cada interacción.
Atendiendo a esta línea de pensamiento, actualmente, su trabajo se ha expandido a múltiples industrias. Y lo que es mejor, según el mismo relata, es que ya se están salvando 10 vidas por día gracias a una combinación de inteligencia artificial, datos y logística en tiempo real. “Estamos cambiando la industria de las respuestas médicas, y esto recién empieza”, señaló con orgullo Adam, quien también es cofundador de Aura, una plataforma tecnológica que redefine los servicios de emergencia en Sudáfrica y Reino Unido.
El futuro que llegó. Sobre los dilemas éticos de intervenir en los procesos cerebrales o desarrollar tecnologías de aumento humano, Adam aclara que “no se trata de imponer soluciones, sino de dar opciones. Hay que empoderar, no invadir. Lo verdaderamente ético es ofrecer caminos a quienes quieren elegir”.
En este contexto, destacó el papel de la inteligencia artificialcomo la tecnología más transformadora para la humanidad. “Su impacto será transversal. Hoy estoy enfocado en aplicaciones para el sector salud, como la predicción de errores médicos o tratamientos personalizados basados en RNA”, adelantó.
Adam avanzó un paso más, pintando un escenario para el 2030 en el que lo imposible se convierte en cotidiano, y donde la ciencia no es un lujo, sino una herramienta de esperanza. Según él, la convergencia entre biología y computación está a punto de entrar en una nueva era.
Tendencias 2030. El Brainternet, esa interfaz cerebral que transmite señales en tiempo real, es solo el comienzo. Con cascos equipados con electrodos y chips inteligentes, ya se puede monitorear una precrisis epiléptica o una migraña, algo que él visualiza como rutina médica, y evitar accidentes justo cuando más se necesita. “En menos de diez años, podríamos tener implantes cerebrales que ejecuten tareas digitales solo con el pensamiento”, comentó Adam, evocando una imagen de autonomía para quienes hoy dependen de otros en su día a día.
Pero hay más. Como adelanto habló de los sensores que podrían estar integrados discretamente en una vincha o unas gafas, en lugar de usar un casco. También adelantó territorios en los que aún no ha puesto el pie. “Imaginen modelos digitales del cuerpo que permitan ensayar terapias y cirugías en un entorno virtual antes de hacerlas en el quirófano; o fármacos diseñados por inteligencia artificial que actúan con precisión molecular, reduciendo tiempos y efectos secundarios”, mencionó entusiasmado.
Para él, estas no son ideas vagas, sino pasos clave en un plan ambicioso de convertir la tecnología genética y neurológica en herramientas elegibles para cualquiera; soluciones de bajo costo, alto impacto y profunda humanidad; una medicina centrada en la prevención y la autonomía, no solo el tratamiento.
Próximas tendencias
Interfaces neurales no invasivas: Esta tecnología, desarrollada por startups como Precision Neuroscience, que ya recaudó USD 155 millones y trabaja con dispositivos implantables y reversibles, promete dar autonomía a personas con parálisis o afectadas por enfermedades neurodegenerativas.
Gemelos digitales del cuerpo: Más que modelos, son “laboratorios virtuales personalizados”. Con ellos, un médico podría ensayar un tratamiento o anticipar complicaciones en un entorno seguro. Esto permitirá optimizar cirugías, reducir tratamientos fallidos y disminuir hospitalizaciones, revolucionando la medicina preventiva.
Diseño de fármacos con IA y simulación molecular: En 2030, esta capacidad dará paso a tratamientos personalizados en tiempo récord, con un impacto directo en millones de pacientes.
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